sin prisas
El otro día un par de estudiantes compartían, sentadas a mi lado, sus inquietudes.
Se acerca la hora de “escoger” pero su dilema iba mucho más allá de la acción de escribir en un papel el orden de sus preferencias... por difícil que parezca era aun más que eso.
Todos hemos tenido y tenemos momentos de extremada lucidez en los que esa fuerza interior de justicia nos empuja, en un acto cercano en peligro al del suicidio, a planteamos lo que hacemos, cómo vivimos, lo que sentimos... cómo somos y si ese todo tiene algo que ver con una elección personal o simplemente nos hemos dejado llevar.
Una de ellas sentenciaba que algo le decía que aun no estaba preparada para escoger. Que se negaba a ser preprogramada de nuevo sin haber reflexionado sobre su futuro más presente antes de abrir, según ella, una de las últimas puertas de su destino...
Lo cierto es que tomamos decisiones que nos parecen estúpidas con cierta rapidez y que pocas veces nos planteamos la acción siguiente con la calma suficiente que asegura, por lo menos, la satisfacción personal, que no el éxito.
Lo cierto es que esa misma lista de decisiones en cola que se suman una detrás de la otra sin descanso acaban por decidir nuestra vida y que muchas veces escribimos el “fin” sabiendo que cualquier lector de la novela sabría más sobre nuestro argumento que nosotros mismos.