en el metro
Esta mañana un hombre al que todos llaman vagabundo bajaba a las vías del metro de Barcelona. Quiero fumar y no tengo miedo a la muerte. Es lo único que balbuceaba una y otra vez.
Ni una sola voz en una estación céntrica en una hora punta. Un hombre de la edad del temerario sube las escaleras indignado alegando que no quiere ver lo que augura va a suceder en unos instantes, cuando los vagones del metro pasen, uno por uno, sobre ese cuerpo...
Mi voz no ha conseguido levantar su gesto y los pocos pasos que separan el andén de la entrada han sido interminables. Finalmente el hombre de seguridad ha sabido de lo sucedido [quiero pensar que por el peligro que corría una vida y más que por las molestias que pudiera ocasionar un retraso de trenes o la carnicería posterior de aquellos que pierden su vida en clave de anónimo].
Así, y tal que mirando una película de absurdos, decenas de pasajeros observábamos el extraño diálogo que mantenían salvador y salvado. Él sólo quería un cigarrillo pero esas miradas de lo ajeno siempre le impiden pedirlo. No estaba borracho pero sus harapos hacen pensar en lo acontecido las horas antes.
Desconozco de su historia personal, de su pasado y de cómo un hombre puede llegar a valorar más una calada que su propio respirar pero no creo que nadie haya sido tan malo como para acabar así... y si existen los que algún día lo fueron, seguro que descansan tranquilos en sus casas...