Piensa en un bosque...
Piensa en un bosque... elige un árbol ¿lo tienes?
Bien, ahora escribe tal y como sale en cualquiera de esas películas de dibujos animados el nombre de la persona que amas.
Seguramente, habrá asaltado a tu cabeza, un Yo [corazón] y el nombre de la persona amada.
¿Te has preguntado alguna vez porqué un corazón?
Llevo días escuchando los gritos de auxilio de mi estómago. Cuando dicen que los sentimientos se acurrucan ahí, en fin, no tengo ningún tipo de dudas. No entiendo porqué nunca tenemos en cuenta nuestro estómago en las declaraciones de amor... o quizá si, y no sea casualidad esos de conquístale por el estómago que decía mi bisabuelo... Sea como sea estoy convencida que no estoy hablando de hambre, o al menos, no de la necesidad de ingesta de alimentos.
¿Qué sucede cuando los jugos gástricos se mezclan con un torbellino de sentimientos y un buen puñado de emociones descontroladas? Te lo diré: dolor de entrañas desenfrenado y retortijones.
Soluciones pocas, sobretodo porqué ningún médico puede prescribir nada que cure esto, ¡y menos mal!
¿Peligros? Muchos, el primero para uno mismo porqué a parte de los efectos secundarios que esto puede ocasionar, rectifico, ocasiona... hay daños colaterales.
El primero y más evidente es que parece que a uno le hayan atropellado un par de veces. En fin, si tienes la suerte de convivir con un felino inofensivo (mi querida Nina) que se acurruque a ronronear encima de tu pecho estás de enhorabuena porqué es cierto, relaja las emociones...
Lo de los efectos secundarios... tiene que ver con la pérdida de apetito, mis migrañas, y por su puesto la de horas que he pasado con los ojos cerrados esperando a que todo hubiera pasado cuando los volviera a abrir.
¿Colaterales? Por supuesto, llevo un montón de horas, días... lagrimando. Los de la compañía de móvil deben estar celebrándolo y mis amigos buscando algún hechizo que haga pasar los malos ratos...
En fin, gracias a los que me han ido empujando... A Sandra, por intentar que saliera de casa, a Jose Luis por llamarme, preguntarme y preocuparse... y a Conchi, por la de veces que ha intentado secarme las lágrimas y calmarme.