Lo siento...
A veces uno llora sin saber porqué...
Se humedece la mirada y por alguna magia negra empiezan a temblar mis labios. Entonces intento pararme. Respirar hondo. Y sobretodo intento salir de en medio porqué cuando esto pasa delante de alguien que cree conocerte no sólo se aturde sino que puede incluso sentirse peor que tú. Quizá sólo tuvo que ver con un mal día.
Hablando de empatías, quizá el truco esté en controlar lo que uno siente o al menos, en aparentar sentir menos como medida de autoprotección. Soñar sí, pero en tu propia burbuja.
Los peques lo hacen muy bien porqué acabas viendo las paredes de la crisálida y deseando formar parte de ella. En ciertos momentos los envidio. Sí, la mayor parte del tiempo, pero sobretodo cuando intento contagiarle ilusión a alguien
y no puedo. Me agoto y me resisto a creer que no siempre voy a conseguirlo. No me resigno.
Como ellos
Sigo insistente a la espera de ver ese brillo en los ojos o ese guiño, de escuchar una respiración acelerada, una sonrisa.
Pero a veces
a veces eso no llega
y esa energía
en fin
se pierde. Al menos hasta que rebrota de nuevo y claro
entonces volvemos a empezar!
Los peques saben hacerlo. De una manera o de otra te arrancan una carcajada. A veces te sacan de los nervios, es cierto, pero estoy convencida que si se lo preguntáis a él
yo también lo consigo.
En fin, no sé porqué escribí todo esto
imagino que el agridulce de las últimas horas impulsa cada una de las palabras. Amargo porqué los tropiezos no son agradables
y dulce porqué si al levantar el teléfono consigo escuchar su voz pausada, cercana
entonces se habrá pasado todo y podremos volver a eso de las ilusiones
sí, sí, lo de los sueños locos y las carcajadas de niños.