El jersey
Hoy llevo un jersey que me dejó mi bisabuela, sin saberlo. También ese recuerdo prestado que me regaló mi madre el día que me contó nuestra pequeña y breve historia.
Lola y yo apenas compartimos unas horas. Me estuvo esperando, y aguardó el tiempo suficiente para rozar con sus débiles manos mi rostro recién llegada. Suspiró satisfecha una bienvenida en el tiempo justo de aprenderse mi nombre: Adiós Nuevemil, sé que no nos volveremos a ver. Te quiero bonita.
Revivo la dulzura de sus palabras como si su voz irrumpiera una y otra vez en mi presente. En casa me han contado esa historia una y otra vez pero no consigo recuperar las imágenes. Las fotografías no tienen la capacidad de devolvernos los momentos realmente importantes. Las sensaciones. Las emociones. Los olores.
Si me hago con el gesto de mi abuela o de mis padres cuando evocan temblorosos el momento en el que la camilla cruzó la puerta de quirófano, mi cuerpo tiembla y la mirada humedecida de los presentes hace que aun sintamos esa unión que sólo ella pudo crear.
Adiós bonita. Nos vemos tarde. Muy tarde espero.