Tardes de té
De flores. Ana y yo compartimos con la abuela largas tardes de charlas y confidencias con las manos abrazadas a una taza de té.
Ella vivía en un pueblecito de Granada, nosotras volvíamos de pasar unos días en la ciudad. Casi por casualidad llegamos a los aromas del casco viejo y un gitano de voz amable y posado andaluz nos preparó algunas especies.
De flores, dijo ella. Tomemos una taza. Y cada vez que hablábamos por teléfono preguntaba con voz dulce... ¿Cuándo vendréis a tomar una taza de té?.
Volveremos al sur y recuperaremos ese aroma. También su mirada.