por un largo... hasta luego
Podría decirte mil cosas, entre ellas que esta carta ya estaba escrita, o que debería haber estado escrita, aunque sólo sea porqué lo siento así, porqué es una situación que revivo y reconozco en medio de la incertidumbre que provoca sospechar, con cierta dosis de seguridad, que los sueños no son siempre irreales. Que a veces nos avanzan futuro y otras nos protegen de él. De alguna manera seguimos los pasos que el destino dispuso para nosotros. Pero sólo así, de alguna manera, porqué los dos caminos y los dos que derivan de cada uno de ellos, y los siguientes, y los otros, los vamos descubriendo nosotros... y claro, las prolongaciones en el tiempo no son más que la espera necesaria para poder afrontar lo que se acontece o calificar de realidad aquello que casi nadie entiende.
No te voy a engañar. Nunca lo dispuse así. Luché contra mí, y contra mis sentimientos. Des del primer momento. Des de que era Chiquilla y hasta este último momento. Quizá he vertido todas mis fuerzas en un objetivo equivocado. He derramado racional y libremente las energías necesarias para destrozar cualquier deseo infundado de enamoramiento pasajero o de necesidad de alguien cualquiera.
Sabíamos que podía desaparecer en cualquier momento, igual que no desaparecer jamás. Era más que probable que ante el primer desencanto tiráramos la toalla y nos conformáramos con la solución menos dolorosa, aceptando, como en casos anteriores, una supuesta derrota. No fue así. No ha sido así.
Han pasado muchos meses, muchísimos. Sigues con tus problemas y con tu vida... y, de forma casi paralela, se sigue desarrollando la mía. Sin ti pero contigo porqué siempre impregnas de alguna manera las cosas que hago, que pienso... que siento.
No son reproches, ni problemas, ni tan solo deberían ser dolores de cabeza. Recuerdo cuando antes reconocernos por primera vez me repetías que sólo por lo vivido ya había valido la pena, que si fuera cierto nada podría con ello. Debió de serlo porqué aun nada ni nadie pudo con ese “nosotros”, ni tan siquiera nosotros mismos.
Hace tiempo que no escribo así, sin parpadeos y con escasas modificaciones. Lo admito. Intento controlar las expresiones. No estoy “suelta”. No puedo arriesgar-me a herirte.
El nudo en el estómago es un todo y es nada. Sabes bien de que te hablo. Son miles de proyectos en el aire que nunca empiezan y hasta que no arranquen jamás sabré dónde van. Todos tenemos nuestras prioridades. Yo también tengo las mías y no puedo escribirlas en una lista.
Ya me apunté al gimnasio, me concedo tiempo para la escritura y leo. Los fines de semana son exclusivamente míos. De momento me dedico a “reconstruir” Lloret, con mi abuela. Me hace sentir bien. Hago cosas fuera del trabajo. El proyecto de las mujeres acabará saliendo, auque a veces saboreo el agridulce de las derrotas... como cuando me quedé sola con todo. Y lo del piso. ¡Uf! Mejor ni hablamos de ello, ya veremos como acaba.
Y claro, ahora suena tu voz pausada que recuerda lo del premio y lo del postgrado, pero es que soy de naturaleza inconformista... y aunque parezca mentira sólo fui suficiente mente feliz una vez, la misma que lo reconocí... y de eso hace mucho tiempo ya...
A veces somos tan incompletos que necesitamos de alguien más para poder saborear esas pequeñas cosas que pintan de colores claro-oscuros los momentos de nuestra vida. Un olfato paralelo con el que poder llegar a lo que nos perdemos. Otro punto de vista. Un hombro sobre el que recostar la cabeza y una mano que pueda secar las lágrimas camino de momentos mejores.
De alguna manera todo esto ya lo tenemos. Y bueno, imagino que por ello no dejo de asustarme al escribirlo y releerlo. No creo que mucha gente pueda decir lo mismo. Sé que aun estando con alguien, compartiendo el mismo espacio y el mismo tiempo podemos llegar a sentirnos muy solos. Perdidos en la esclavitud de lo diario, en nosotros.
Hemos superado esa situación. Nos tenemos a pesar de los kilómetros, de los días que pasan lejos de nosotros y de las miles de razones que racionalmente deberían haber separado nuestros caminos.
A veces, pocas pero suficientes, oigo ese suspiro al otro lado del teléfono. Cierro los ojos y siento que me estas pensando, en el mismo instante en que te pienso yo. Y entonces... compartimos las olas, el salitre, el paseo con Wito o el juego incansable de Nina.
Pienso a menudo en el montón de gente que se cruza en tu camino, cada día. Y en las gentes que veo sin mirar mientras camino con rumbo fijo. No somos nunca nosotros. Y lo hecho de menos. De alguna manera, aunque tu prudencia no te permita pronunciarlo, sospecho que tu también.
Ayer, anteayer, des de nuestro último encuentro, mi estómago sigue encogiéndose. Como en los cuentos de hadas o las historias de amor imposible. No es cierto del todo, al menos eso espero.
Tampoco puedo escribir ahora lo que veo, vivo y palpo. No debe ser el momento aunque creo que lo reconocerías. Puedes sentirlo retomando alguna de nuestras frases, de las que en aparente intrascendencia dejan entrever lo que nunca dejamos de compartir.
Voy a comer algo. Son las tres y diez. No hace demasiado que hemos hablado por teléfono. Como siempre, me quedan cosas por decir, pero esperaré, al menos hasta que pueda susurrártelo al oído. Hasta que sea nuestro momento.
Un beso, un abrazo... y un sueño... hasta luego...